Errores muy comunes… y que debemos evitar

Esta entrada está destinada a recoger los errores, fundamentalmente gramaticales, que la mayoría de escritores cometemos o podemos llegar a cometer. Algunos parecerán, en principio, altamente improbables de encontrar en un libro publicado, pero os sorprendería la cantidad de gente (incluyéndome a mí misma) que puede llegar a «patinar» en un momento dado. Al fin y al cabo, y como siempre me dijo mi madre, hasta el mejor escribiente echa un borrón.

1.El verbo haber:

Creo que las nociones básicas de conjugación de este verbo son más o menos conocidas, sin embargo, he visto que hay personas que siguen confundiéndose a la hora de emplearlo para referirse a la existencia de varias cosas en un sitio.

¿A qué me estoy refiriendo exactamente? A que cuando se desea indicar la existencia, por ejemplo, de varios libros en una mesa, lo correcto es decir «En la mesa había tres libros» y no, «En la mesa habían tres libros». El verbo haber, en esta circunstancia, solo existe como tercera persona del singular: hay, había, hubo, habrá, etc.

El resto de personas y números de este verbo solo se aplican a la hora de escribir la forma compuesta de los demás verbos: tú has tomado, ellos habían ido, etc.

Quizá este error resulte inconcebible para muchos, pero os aseguro que es bastante frecuente. Yo, por ejemplo, he leído una novela que cometía este fallo de manera sistemática.

2. Delante, detrás, encima, debajo:

Estos términos son adverbios de lugar que muchísimas veces se acompañan de manera incorrecta por adjetivos posesivos: suyo, tuyo, mío…

La manera correcta de emplearlos sería, por ejemplo, «delante de él» y no, «delante suyo». Así escrito resulta muy lógico pero a veces cuesta no caer en oraciones como «Ponte detrás mío».

3. Laísmo y leísmo:

El terror de muchos y el error más frecuente que cometemos los madrileños. La norma dice que el pronombre «le» se utiliza como sustituto del complemento indirecto, mientras que «lo» y «la», como sustitutos del directo. El problema radica en la dificultad que surge a la hora de distinguir complemento directo e indirecto.

Para esto no hacen falta amplios conocimientos de sintaxis; veamos un ejemplo:

Voy a llamar a Juan.

¿»Voy a llamarlo» o «Voy a llamarle»?. Tenemos que sustituir «a Juan» por «lo» o «le», pero, ¿cuál elegir? No es tan difícil como parece, en realidad. Basta con saber construir la oración en pasiva, que en este caso sería:

Juan va a ser llamado por mí.

Una vez hecho esto, tenemos que ver cuál es el sujeto de la oración, es decir, el que realiza o sobre el que repercute la acción y que, por tanto, coincidirá en persona y número con el verbo. En esta oración sería «Juan». El sujeto en la oración pasiva es el complemento directo en la activa. Por consiguiente, lo correcto sería «Voy a llamarlo».

No obstante, la RAE acepta el leísmo, siempre y cuando se emplee para personas y no, para animales o cosas.

El laísmo, sin embargo, no está aceptado y también se comete con mucha frecuencia. La diferencia es que en este caso ocurre cuando nos referimos a alguien de género femenino en oraciones en la que, de hecho, actúa como complemento indirecto. Por ejemplo, en la oración «Voy a llevar flores a María» lo correcto sería «Voy a llevarle flores» y no, «Voy a llevarla flores». Una estrategia para no confundirse podría ser sustituir tanto el complemento directo como el indirecto, quedando la oración «Voy a llevárselas» en la que el «se» hacer referencia al complemento indirecto que es María y que se debe sustituir por «le».

4. Ahí/hay/ay:

No podía no incluir en esta entrada la eterna pelea con las tres maneras de escribir algo que suena igual, pero que significa cosas muy diferentes ya que, de hecho, ni siquiera son el mismo tipo de palabra. «Ahí» es un adverbio de lugar, «hay» es la tercera persona del verbo haber y «ay» es una interjección que se utiliza para expresar dolor, sorpresa o pesar.

Yo siempre he recurrido a esta frase: Ahí hay un hombre que dice «¡Ay!»

5. La «g» y la «j»:

Algunos verbos plantean la eterna duda de si se escriben con «g» o con «j», ya sea en infinitivo o conjugados. En el primer caso, hay una norma muy sencilla y es que todos los verbos terminados en «er» o en «ir» se escriben con «g» salvo «tejer» y «crujir». Con respecto a lo segundo, la única regla es que si el verbo en infinitivo va con «g», todas las formas conjugadas llevarán «g» y lo mismo si es con «j». Para los demás, cada verbo tiene sus reglas.

 

Vistos estos errores, va el consejo que yo misma intento aplicar con mis obras. La aplicación «Word» te da la opción de buscar palabras en el texto. Si crees que has podido cometer alguno de estos fallos, basta con buscar las palabras «peligrosas» y corregir lo que esté mal.

La documentación previa

Hoy voy a hablaros sobre un aspecto que me llama mucho la atención porque a veces no se le presta el interés que debiera y es la documentación previa antes de escribir un libro.

Prácticamente todas las novelas requieren de un trabajo de búsqueda de información previo, por pequeño que sea. Cuando nos referimos a novelas que narran hechos históricos este trabajo resulta aun más intenso ya que es fundamental conocer bien cada hecho para poder relatarlo.

En este caso, quiero hacer una llamada de atención a la falta de rigor científico que he observado tanto en libros como en películas. Suelen pasar por alto en ocasiones, incluso para personas versadas en ciencia, lo cual se debe, muchas veces, a que «suenan bien» y no nos damos cuenta del fallo. Quiero indicaron primero algunos de los errores que he encontrado y que han llamado especialmente mi atención:

-En la película Matrix, en el momento del desayuno de esa especie de papilla blanca, un personaje le explica al protagonista que se trata de «una proteína unicelular». Suena bien, ¿verdad? Pocos se dan cuenta del disparate de esa definición que es, por otro lado, imposible. Las proteínas son moléculas de muy pequeño tamaño que, entre otras cosas, forman parte de las células. Para que os hagáis una idea, sería como decir, es un ladrillo unifamiliar o es un planeta formado por una sola galaxia.

-En una serie americana de médicos, cuyo nombre no recuerdo, hay un paciente que está en parada cardíaca y uno de los médicos sugiere poner adrenalina a lo que otro responde: «¡No! Ponedle epinefrina». Suena muy bien y muy profesional si no fuese porque la adrenalina y la epinefrina son absolutamente lo mismo, solo que con nombres distintos. Sería como decir «No me gustan las mandarinas, pero sí las clementinas».

-En la película Inferno (ojo que esto es spoiler) el protagonista empieza a sufrir alucinaciones, amnesia, dolores de cabeza y una reacción cutánea. Como explicación le dicen que le han dado benzodiazepina. ¿Cuál? No importa, una. Las hay de diversos tipos, indicadas para diferentes patologías, pero en este caso no dan más datos. Además, entre los efectos secundarios de las benzodiazepinas no figura ninguno de los que manifiesta el protagonista excepto la amnesia y el dolor de cabeza. Eso sin contar con que una dosis fuerte de estos fármacos llevarían a un estado de somnolencia e incoordinación o, en raras ocasiones, hiperexcitabilidad y hostilidad. Nuestro protagonista está perfectamente bien salvo por su dolor de cabeza y sus visiones apocalípticas. Otra cosa a destacar también de la película (que pudo deberse a un fallo en la traducción) es cuando el protagonista pregunta si le inyectaron algo a lo que la co-protagonista responde «No, todo te lo pusimos intravenoso». Si le pusieron algo por vía intravenosa… se lo inyectaron. A no ser que el protagonista estuviese hablando de una inyección intramuscular o subcutánea o algo así y su compañera le leyese la mente.

Estos son algunos ejemplos de los gazapos científicos que recuerdo. Es cierto que en determinados temas, como la ciencia, puede ser complicado evitar errores ya que son términos y aspectos complejos que, incluso, pueden llevar a confusión. Yo misma, aun trabajando en ciencia, tengo que buscar mucha información para mis novelas y seguro que también cometo errores. Por eso recomiendo documentarse correctamente y, si es en Internet, en páginas que inspiren confianza.

Las descripciones

Hoy la entrada va dedicada a un aspecto muy delicado de las novelas, que influye de forma decisiva en el ritmo de las mismas: las descripciones.

No sé si sois aficionados a ellas o no, pero lo que sí está claro es que son las que marcan la velocidad de una historia y, en determinados casos, se vuelven un elemento fundamental.

¿Cómo influyen las descripciones en el ritmo?

Una descripción es una interrupción, un inciso en el transcurso de una historia que sirve para aportar información extra que ayude al lector a ubicarse en una situación determinada. Entendiendo las descripciones como un alto en el camino de una novela, cabe esperar que cuantas más hagamos y más largas sean, la novela adquirirá un ritmo mucho más lento.

Por ello, es muy importante considerar qué tipo de historia estamos desarrollando. Si deseamos que transcurra de manera pausada, recreándonos con los detalles, las descripciones serán indispensables. Sin embargo, si deseamos que sea más dinámica, no hay que abusar de las descripciones a no ser que resulten necesarias.

¿Cuándo una descripción se vuelve fundamental?

En la mayoría de los casos, la necesidad de recurrir a las descripciones es algo exclusivo del autor, pero hay situaciones en las que es muy aconsejable su uso. Esto ocurre, por ejemplo, en las novelas fantásticas o de ciencia ficción. En dichas historias hay abundancia de elementos, lugares o seres que no existen en la vida real y es importante describirlos con cuidado a fin de que el lector pueda recrear una imagen mental de los mismos.

¿Qué aporta una descripción?

Conocimiento y detalle. Las descripciones van dando información de muchas cosas: situaciones, personas, paisajes… La mente del lector es un lienzo en blanco. Las descripciones, por tanto, son la gama de colores que enriquecen la historia y permiten al lector recrearla en su cabeza con mayor exactitud. Y, como pasa en un cuadro, cuanto más abundantes sean los detalles, más tiempo hay que invertir en asimilarlos y recrearlos y la historia se vuelve más pausada.

¿Cómo hacer una buena descripción?

Para responder a esta pregunta hay que saber que las descripciones pueden catalogarse en dos grandes tipos:

-Estáticas: son aquellas que describen algo (paisaje, persona, objeto) de la misma manera que se describiría un cuadro, es decir, no hay acción ni movimiento.

-Dinámicas: son las que explican cómo se desarrolla una acción. Se asemejan a una película. En este caso si hay movimiento, hay avance de los hechos o de la historia.

El primer tipo de descripción lo que requiere es orden. Si se va a explicar el aspecto de algo o alguien es importante que se siga un orden claro para que el lector pueda componer una imagen mental. Debemos suponer que la mente del lector va asimilando poco a poco lo que le contamos, va descubriendo lo que representamos en nuestra obra y por eso no hay que confundirlo con datos deslavazados o poco claros.

Las descripciones dinámicas pueden llegar a ser más complicadas. Crear una película mental es una tarea más ardua que crear una imagen estática. En este caso también hay que ser coherente con lo que se está contando. Especial dificultad tienen las descripciones de acciones más complejas, como las peleas, ya que, cuando el lector incorpore la información que estamos dando, hará una recreación en su cabeza y, cuanto mejor esté descrita, más fácil será que la visualice tal y como nosotros la creamos, en lugar de como él supone que se está desarrollando, cosa que puede llevarle a una situación de incoherencia.

Veamos esto con un ejemplo:

El caballero hundió una rodilla en el suelo de grava y alargó su mano derecha para coger la espada, que descansaba en el suelo, a pocos centímetros de él y cuya empuñadura quedó manchada por su sangre. Después gateó hasta una roca y se recostó contra ella.

El caballero cogió la espada y manchó la empuñadura de sangre. Después se apoyó en una roca.

Sé que es un ejemplo muy burdo, pero creo que muestra bien el efecto que hace la mayor o menor abundancia de detalles. ¿Qué llegáis a imaginar en cada caso? Jugando con esto, dejaremos más o menos libertad en la mente del lector.

Como podéis ver, las descripciones son un punto muy importante en las historias y, en ocasiones, una de las cosas más complicadas de hacer bien. Para saber si hemos expresado bien lo que queríamos contar, puede ser buena idea dar nuestra descripción a leer a alguien para ver cómo se lo imagina.

Creando personajes

Hoy traigo un tema que ha sido sugerencia de un seguidor de esta web muy especial. Se trata del quebradero de cabeza que supone la creación de los personajes.

Imagino que cada escritor se encontrará con un problema distinto a la hora de crear su obra, pero sé que para muchos, yo incluida, es el diseño de los personajes.

En el momento de creación de un personaje lo que se busca es que este esté dotado de una personalidad concreta que, además, debe resultar lo suficientemente veraz para hacer que el personaje sea lo más creíble posible.

Hay, en mi opinión tres grandes problemas que surgen en este proceso:

-El personaje eres tú: cuando inventas a una persona, lo más sencillo es hacerla con una personalidad semejante a la tuya. Es indudablemente más fácil saber cómo responderá tu personaje a una situación si tú mismo te metes en su piel. ¿Es esto algo malo? No necesariamente, aunque puede ser problemático si suscita incomodidad que gente conocida lea tu obra y se dé cuenta de ello. Si bien, es cierto que con esta técnica podrás crear un personaje con una identidad muy fuerte, ya que está basada en una persona de carne y hueso. Lo mismo ocurre si tu personaje está inspirado en cualquier persona que exista realmente.

Creo que al empezar a escribir novelas es casi inevitable que sus personajes se parezcan a ti o a gente de tu entorno. A medida que alcanzas madurez literaria y que adquieres experiencias en tu vida cotidiana, te es más sencillo distanciarte de ti mismo y crear personajes más originales y únicos.

Esto se da sobre todo con los personajes principales, ya que son ellos los que deben crecer y evolucionar con tu historia, lo cual requiere identidad y personalidad. Los personajes secundarios, en cambio, suelen ser más planos y no necesitan una personalidad tan definida.

-Tu personaje siempre es igual: en este caso no me refiero a igualdad dentro de la novela sino a igualdad entre novelas. Esto quiere decir que a veces se tiene tendencia a crear un personaje de una determinada forma y emplearlo después en otras novelas con poca o ninguna variación. Un ejemplo de esto es Laura Gallego quien ha afirmado varias veces que en ocasiones recupera personajes de unos libros para introducirlos en otros. En otras ocasiones, esto no se hace de forma voluntaria, es decir, no se es consciente de que un determinado personaje se diseña siempre de la misma forma.

Aquí también incluyo a aquellos personajes que se crean por “tendencia”, es decir, modelos o prototipos de personas que se inspiran en personajes de libros de éxito.

En mi opinión, el recurrir a esto hace que las obras pierdan riqueza y que el lector sienta que está leyendo siempre lo mismo. No obstante, es decisión del propio autor recurrir a esto.

-Tu personaje es bipolar: aquí quiero referirme a una de las cosas más delicadas que hay cuando diseñas a tu personaje y es que sea y se comporte de forma consecuente con la personalidad que tú has definido para él. Esto quiere decir que si, por ejemplo, has establecido que el personaje es tímido y tranquilo, no puede ser el primero en meterse en peleas o en ponerse a flirtear. Esto suele ocurrir mucho cuando se trabaja con un personaje que tiene una personalidad completamente opuesta a la tuya. En ese caso hay una tendencia remanente a reconducirlo por vías más conocidas para ti.

Al contrario que en los casos anteriores, esto sí es un error grave en la creación de una obra, ya que hace que pierda credibilidad y se vea más infantil. Considero que la mejor forma de afrontar este problema es analizando tranquilamente las reacciones y el comportamiento que va a tener el personaje en cada momento del libro. Otra sugerencia es no dejar estancada una novela durante mucho tiempo ya que, al retomarla, es posible que nos cueste más volver a introducirnos en ese personaje y recordar cómo deseábamos que actuase.

En conclusión puedo afirmar que la creación de los personajes no es tarea sencilla, aunque resulta muy gratificante el construir uno con una identidad bien definida y una personalidad realista.

Qué hacer cuando has terminado tu libro

En esta entrada os contaré lo que podéis hacer una vez que hayáis terminado vuestro manuscrito.

Bueno, ya tenemos escrito el libro. Nos ha costado mucho esfuerzo, pero ha valido la pena. ¿Y ahora? ¿Qué hacemos?

Tras la finalización de un manuscrito, lo primero que recomiendo es dejarlo reposar. A veces, según finalizamos el trabajo, sentimos el impulso de releerlo en busca de fallos o de cosas que cambiar. No lo aconsejo. La mejor manera de estar en situación para corregir algo propio es tener perspectiva y esta solo se adquiere dejando pasar tiempo suficiente.

¿De cuánto tiempo hablamos? Esto no es una ciencia exacta y, en mi opinión, cuanto más tiempo sea, mucho mejor. Si dejamos pasar dos o tres meses, nos habremos librado un poco de la embriaguez creativa. Si este tiempo es mayor, incluso de más de un año, cuando releamos lo escrito nos va a parecer casi una historia nueva y eso proporcionará el criterio suficiente para modificarlo.

También es recomendable dejarle el libro a alguien de confianza. De esta forma recibiremos una opinión un poco más objetiva que la nuestra. Además, puede ser de ayuda para corregir esas dichosas faltas de ortografía que no somos capaces de advertir.

Una vez que la obra esté suficientemente pulida, toca decidir qué hacer con ella. A veces una persona escribe para sí misma, sin querer dar a conocerse al público, pero, en la mayoría de los casos, escribimos para que nos lean, para poder conmover de alguna forma a nuestros lectores.

Cuando se ha tomado la decisión de dejar que nuestra creación vea la luz, el primer paso FUNDAMENTAL a seguir es registrar la obra. Esta es la única forma de evitar problemas de plagio. Hay distintas formas de registrar un manuscrito, pero yo recomiendo hacerlo en el Registro de la Propiedad Intelectual. Hay varias oficinas distribuidas por toda España y, además, existe la posibilidad de hacerlo por vía telemática. Advierto que el registro supone un coste de 13,20€ el cual no me parece excesivo, teniendo en cuenta la tranquilidad que supone saber que tu obra está más protegida.

Si esto no nos convence, podemos recurrir a otras opciones como a Safe Creative o a Creative Commons. En ambos casos el registro es gratuito y puede hacerse por Internet. También puede solicitarse el ISBN lo que tiene un coste más elevado que el Registro de la Propiedad Intelectual.

Una vez registrada la obra hay que decidir cómo deseamos difundirla. Existen tres formas de hacerlo:

Autopublicación: consiste en gestionar uno mismo la llegada de la obra al público. Tiene como principal ventaja que el autor recibe todo el dinero que genere el libro. Puede hacerse de varias formas:

          -Impresión del manuscrito: en este caso se lleva la obra a una imprenta que se ocupe de elaborar los libros, los cuales serán vendidos posteriormente sin mediación de librerías o empresas semejantes.

          -Plataformas digitales: el manuscrito se sube a Internet en páginas especializadas en la venta de libros (Amazon, Lulu, etc.). Aquí también existe la posibilidad de vender la obra en formato papel. Obviamente, siempre se puede subir el manuscrito a estas plataformas y ofrecerlo de forma gratuita.

Concursos literarios: a lo largo del año se celebran muchos concursos por toda España de diversa índole y algunos de ellos van premiados con la publicación de las obras seleccionadas. Es una opción interesante, aunque en algunos casos resulta costosa por la necesidad de enviar varias copias impresas y encuadernadas por correo. También es aconsejable ser prudente, ya que ciertos concursos presentan, por distintas razones, muchas menos posibilidades de ser ganados.

Editoriales: se pueden clasificar en tres grupos.

          -Autoedición: en este caso es el autor el que corre con los gastos de la publicación de su obra, pero, a cambio, también recibe los beneficios. La ventaja de este sistema frente al de autopublicación es que la editorial suele encargarse de todo lo referente a maquetación e impresión. Además, se ocupan de los trámites necesarios para la obtención del ISBN. Es una opción bastante extendida hoy en día y hay muchas editoriales de este tipo. No obstante, es fundamental asegurarse que la editorial es seria y que anuncia sin tapujos que es de autoedición. Desgraciadamente hay muchas editoriales que camuflan esto para que parezcan las que llamaremos editoriales “al uso”. Otra cosa a tener en cuenta es el tipo de ISBN que proporciona la editorial. Lo hay de dos tipos, ISBN de autoedición e ISBN editorial. La ventaja del segundo sobre el primero es que es el único aceptado por las distribuidoras y, por tanto, la única vía para llegar a librerías importantes. El primero puede ser solicitado por el propio autor aunque tiene una tarifa un poco alta.

          -Coedición: no hay unanimidad respecto a la existencia de este tipo de editoriales ya que en la mayoría de los casos son editoriales de autoedición. Se trata de editoriales que se ofrecen a costear parte de los gastos de la edición del libro dejando al autor pagar el resto. ¿Por qué no anuncian claramente que son de autoedición? Porque de primeras es más aceptable para un autor que, en principio, no desea pagar por publicar que la editorial asuma parte del coste. Pero es fundamental ser precavidos y analizar bien lo que nos están ofreciendo. En algunos casos, la autoedición o coedición se enmascara ofreciéndole al autor una publicación gratuita de un número de ejemplares a cambio de que este se responsabilice de vender una cantidad de los mismos, entregándole los beneficios a la editorial. A mi parecer, esta no es una forma honesta de tratar a un autor. Por eso pido precaución.

          -Edición “al uso”: la editorial corre con todos los gastos relativos a la publicación del libro sin que el autor deba pagar absolutamente nada. Además, garantiza que la obra quede en manos de una distribuidora que podrá llevarla a las librerías. La desventaja de este sistema es que el autor percibe un porcentaje muy bajo de los beneficios del libro aunque se ahorra todos los gatos que lleva la autoedición o la coedición.

Y aquí termina esta entrada. Más adelante explicaré el espinoso camino de la búsqueda de una editorial.

¡Saludos!

Consejos para escribir (I)

Esta es la primera entrada de la sección y voy a dedicarla a exponer esas pequeñas «costumbres» que casi todos los que empezamos a escribir tendemos a adoptar o errores que solemos cometer cuando nos falta experiencia.

En muchos casos, el proceso creativo se desarrolla como un torbellino de inspiración; escribimos y escribimos sin atender bien a los fallos que cometemos. En principio, las revisiones posteriores permiten subsanar esos errores, pero a veces los pasamos por alto. Muestro aquí los que se dan con más frecuencia:

Poner el adjetivo antes del nombre: esto no es un error en sí ya que esa estructura es perfectamente válida y, de hecho, aporta belleza al texto. El problema surge cuando se construye así sistemáticamente, es decir, hay tendencia a poner los adjetivos siempre delante del sustantivo. En este caso el texto pasa a ser recargado y resulta mucho menos agradable su lectura. Yo recomiendo anteponer el adjetivo solo de vez en cuando. Esto lo he encontrado tanto en escritores nóveles como consagrados.

Repetir una palabra con frecuencia: también le resta atractivo al texto. ¿A qué me refiero con «con frecuencia»? Supongo que, más o menos, a más de una vez por párrafo. Nuestra lengua tiene un vocabulario muy rico y es bueno recurrir al uso de sinónimos. A veces no se nos ocurre la palabra perfecta, pero, en ese caso, lo que recomiendo es buscar en el diccionario. Retrasa un poco la escritura, pero me parece una labor muy beneficiosa para aumentar el léxico.

Ser reiterativo con las características o acciones de un personaje: esto va un poco relacionado con el apartado anterior. En ocasiones aparece una tendencia a repetir un aspecto de un personaje cada vez que se lo menciona y esto no es necesario. Si se trata de un rasgo muy característico (ej. voz grave), se puede recordar cada cierto tiempo, pero no cada vez que ese personaje aparece en la escena. En cuanto a las acciones, si un personaje está realizando alguna de forma prolongada y se desea mencionarla, recomiendo hacer alusión a ella sin repetirla literalmente, pero no abusar demasiado, a no ser que sea importante en la historia.

Respetar el tiempo verbal: es más frecuente de lo que parece confundir el tiempo en el que se está narrando la historia, sobre todo, si esta se está escribiendo en un tiempo verbal que no solemos usar. Este es un fallo importante que hay que revisar cuidadosamente.

No confundir con los personajes: a veces es complicado manejar varios personajes que interactúan en una escena, especialmente si todavía no se ha desvelado mucho de ellos (ej. no se ha dicho aún los nombres para identificarlos). Aquí hay que ser muy minucioso y valerse de alguna característica que los distinga para no confundir al lector. Hay que pensar que nosotros tenemos toda la acción perfectamente construida en nuestra cabeza pero el lector debe imaginarla a partir de lo que contemos.

Por el momento, esto es todo lo que voy a incluir en esta entrada. Si tenéis alguna opinión al respecto no seáis tímidos, estoy deseando conocer vuestras experiencias.